El rececho del gamo es unas de las modalidades de caza más emocionantes que existen en nuestro país debido a las dificultades que plantea, ya que las hembras de este cérvido son más salvajes y montaraces que otras muchas unguladas ibéricas, huyendo rápidamente ante cualquier peligro que puedan atisbar. Además, estos animales se comunican con la cola, enviándo mensajes de de tranquilidad o de peligro para el resto de sus congéneres.
Incluso el estado enardecido y la excitación en la que se encuentran inmersos los gamos durante la ronca no hace que dejen de prestar atención a todas las amenazas que puedan percibir a su alrededor.
La ronca es la llamada con la que los gamos intentan cortejar y atraer a las hembras y de disuadir a otros machos de luchar por ellas. Sin embargo, a diferencia de la berrea del venado, el sonido no es un bramido, sino que es más breve, entrecortado, gutural y más grave, parecido más a un gruñido en forma de ronquido, llegando a parecerse en algunos casos a un golpeteo de latas.
La época de ronca tiene lugar entre finales de septiembre y el mes de octubre, pudiendo variar en función de la latitud, comenzando primero en el sur. De esta forma, una vez transcurrida la gestación, que dura unos ocho meses, a finales de la primavera, hay mayor abundancia de alimento.
1. Desafiante y pendenciero
Durante la época de celo, los machos disgregan los grupos familiares en su lucha por formar sus harenes. Normalmente, están formados por una media de entre 8 y 10 hembras, que son más numerosas cuanto más grave sea la llamada del macho y su fuerza para defenderlas. Exhiben un comportamiento desafiante con sus competidores que puede terminar en un encarnizado combate.
2. Mejores momentos: por la mañana o al atardecer
Aunque los gamos no suelen esconderse en la espesura más cerrada como los grandes venados, también suelen buscar refugio en el monte durante el día. Con lo cual, las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde son el mejor momento para abatirlos. Generalmente, se encuentran en zonas desarboladas y pueden llegar a descuidarse, pues su concentración está puesta principalmente en conseguir aparearse. En las horas centrales del día suelen descansar en espacios de sombra, pero mucho más alerta, pudiendo escapar en pocos segundos si detectan cualquier señal de peligro.
3. Los machos más vigorosos no siempre son los mejores trofeos
Es necesario tener en cuenta que los animales más vigorosos no siempre son el mejor trofeo. Y es que es habitual que los ejemplares de entre siete y nueve años sean los más fuertes debido a su mayor vigor y, como consecuencia de sus combates, puede que también sean los que presentan las puntas de sus palas más deterioradas. Además, el mejor momento es a finales de septiembre, ya que más adelante, muchos de ellos sueñen tener las palas fracturadas y las puntas rotas.
Por eso, a la hora de cazar gamos en ronca, tenemos que tener muy presente que los ejemplares más viejos no cuentan con muchas hembras y disfrutan descansando en lugares apartados, donde montar a sus hembras una vez que están altas. Su paso cojitranco y su cabeceo lateral son las señales que nos permiten identificarlos a distancia.
4. Sigue los ronquidos
Si nuestro objetivo son los machos de mayor edad, tendremos que buscarlos en zonas menos concurridas, sobre todo en zonas menos concurridas de suaves clinas y exuberante arbolado y con partes de monte bajo donde el gamo suele ubicar su encame, siempre cerca de zonas abiertas de campeo, desde donde controla a las hembras. Pero también podemos encontrarlos en áreas de sombra, donde los machos se retiran durante las horas centrales del día, después de aparearse por la mañana. Para moverte, guíate siempre por los ronquidos. Recuerda que los machos más mayores tienen un tono de voz más grave.
5. Aprende a analizar sus palas
No suele ser fácil comparar las palas, ya que en época de ronca, los gamos suelen ser bastante solitarios. Para ello, tendremos que fijarnos en su anatomía. Los machos más corpulentos de tronco grueso y cuello hinchado suelen tener mayores trofeos. Pero también debemos analizar la composición y la envergadura de las astas.
Lo ideal es intentar conseguir una visión lateral para comprobar si tienen una masa, forma y longitud homogéneas, cuál es el estado de las puntas y la longitud de las luchaderas. Sin olvidar tampoco las escotaduras, que hacen que el trofeo sea único. Las que debemos descartar siempre son las palas hendidas, deshilachadas y arriñonadas.
6. Relieves más exigentes
El gamo tiene preferencia por espacios con clima y orografía suaves, pero también se adapta muy bien a relieves más exigentes. En los cazaderos más “favorables”, como las dehesas de Castilla-La Mancha y Extremadura, generalmente, la jornada no suele presentar demasiadas dificultades. No así cuando el terreno se vuelve más abrupto, como en las sierra de los Pirineos.
Las luchas entre los machos suelen darse al amanecer y al atardecer, momentos que debemos aprovechar para rececharlos o esperarlos. La montaña conforma un escenario más complejo, ya que localizar al objetivo para rececharlo o colocarnos en su querencia puede exigir extensas caminatas, por lo que es necesario estar en forma.